viernes, 22 de julio de 2011

A viva patria.

¿Cómo suelen unos pensar en una patria?, ¿cómo pueden aquellos amalgamarse con el nacionalismo más violento?, no lo sé, no puedo comprender por más que intento a aquellos que se desangran perdidamente por una nación, o tal vez simplemente trato mordazmente de desvincunlarme de una extinta saga patriótica, porque uno mismo se envenena el alma tratando de pertenecer, de encajar en lo que nos rodea. No estamos dispuestos a ser excluidos, a sentirnos apartados del mundo local que nos circunda. Hoy me siento libre, pues ya no odio más a las naciones bélicas, hoy soy un ser universal, con una sola patria, el contingente de la Tierra. Ya no crítico desde fuera, sino con una perspectiva siempre desde adentro. Uno no puede asumir una postura ególatra culturalmente, cuando la misma cultura es universal, es el patrimonio del mundo. Igualmente los errores, problemas y calamidades de un país son de injerencia universal, no son para que uno se atrinchere a alimentar su morbosidad en la comodidad de un sillón, en el pertrecho de una fortaleza inexorable. Por eso apelo a mi derecho universal del tránsito del mundo, a no ser tratado como extranjero por la misma humanidad a la que pertenezco, estoy cansado de ver cómo el hombre utiliza la diversidad como pretexto para excluirse y parapetarse. Los ejércitos son la cosa más nefasta y abominable sobre la Tierra, y sólo sirven para un propósito primordial, llenar la acequia de la muerte con los restos de enemigos más diversos. Pero ninguno de los soldados de un ejército queda intacto y las secuelas de asesinar a alguien igual que tú es un tormento que la misma conciencia no puede reparar. Aquellos rostros serán un escarnio venidero, pues eres humano, y una característica inherente es la conciencia de los buenos actos. Y la justificación de un país no tiene jurisdicción sobre ti, tú eres más que un pedazo de tierra rodeado de alambrado, la complejidad de tu existencia no tiene límites, siempre serás un ser único y universal.